sábado, 31 de octubre de 2015

UNA MALA DECISIÓN



El silencio de la noche se rompió con el repiqueteo de los tacones de la solitaria dama envuelta en una capa con capucha caminaba presurosa por la acera. En lo alto del firmamento la luna llena vertía su argenta luz sobre ella, dándole un aspecto atrayentemente tétrico.  Cruzó la calle despacio y se detuvo un minuto ante el parque, era el camino más corto para llegar a la fiesta de Halloween que daban sus amigos, sintió un poco de miedo ya que las tibias luces de las farolas  apenas si bordaban sombras fantasmagóricas entre los árboles y vino a su mente una historia que le contaron hace varios años, donde una joven tal día como aquel desapareció en aquel jardín.

 Meneó la cabeza ante su estúpido pánico, sin duda se estaba dejando influenciar por la fecha y los cuentos de viejos. No tenía tiempo para esas tonterías o como de costumbre llegaría tarde.

Con decisión comenzó caminar por el sendero, sonrió tontamente por su temor cuando a lo lejos vio acercarse, con paso tambaleante, a otras personas también disfrazadas de zombies.

Una mueca torció sus bien pintados labios, una  gota de sudor rodó entre sus pechos y un ligero temblor sacudió su cuerpo al escuchar el raro y susurrante cántico que aquellos extraños que cada vez estaban más próximos. Aquello era…, no eso eran leyendas para asustar a los niños.

 Quiso darse la vuelta y regresar pero sus pies no respondían y no fue capaz de moverse un ápice.

Intentó gritar pero ningún  sonido salió de su garganta cuando el primero de aquellos seres llegó a su altura, un rostro maliciento de orbes hundidos la contemplaba con lo que algún día pudo ser una sonrisa, al tiempo que le tendía el crucifijo que portaba.

Sus brazos, como resortes tomaron aquella cruz mientras su capa resbalaba sobre los hombros hasta yacer en el suelo. Sin mediar palabra comenzó a dar un paso tras otro abriendo aquella procesión de muerte seguida de miles de cuerpos traslucidos hasta perderse entre las sombras.

Nadie supo de ella nunca más, sólo el trozo de tela que la envolvía apareció en un camino del parque.

Cada noche, con el rostro ajado y ceniciento, una mujer desaparecida llevando una cruz en la mano abre el sequito de la Santa Compaña, buscando un alma errante que la libere del peso aquella maldición. 

sábado, 17 de octubre de 2015

TEODORA



El tiempo retorcía su cuerpo, ajaba el rostro…, pero no lograba apagar el refulgir de sus ojos al hablar de ella.

    Hermosa como ninguna, protestona o amable, sabía escuchar.  Me hacía sentir importante avanzando entre los árboles, por la ciudad, bajo el sol o la lluvia. A su lado era el amo del mundo—, murmuraba Francisco soñador, acariciando una vieja fotografía. —. Mírala, tan bella.

Contemplé la gastada instantánea, un joven maquinista de ónices brillantes  posaba la mano en el costado de una desfasada locomotora. Junto a sus dedos, escrito con tiza, un nombre de mujer.