sábado, 29 de agosto de 2015

SOMOS PASADO


Hoy que la vida te venció, te postras ante mi suplicando clemencia, dejando en el olvido tu burla e indiferencia. 

Hoy que te han pagado con la moneda del desamor, regresas herido y roto buscando cobijo  y calor.

Hoy que todas las cartas están en mi lado de la balanza, siento amarga hiel en vez del dulce sabor a venganza. 

Como quisiera escupirte "ya te lo advertí", pero al ver tanta tristeza me arrodillo ante ti. 

Murmuras que me quieres, que estabas equivocado, excusas en tu ceguera el daño que me has causado.

Poso un dedo en tus labios, ya no te quiero oír, hace mucho que mi corazón dejó de latir por ti. 

- Ya no te amo -susurro-, otro ocupó tu lugar, alguien que supo verme, uno que sabe amar.- Acaricio lentamente, contemplando tu derrota, el rostro antaño adorado. - Hoy que no queda nada, que sólo somos pasado, logras comprender el dolor del amar sin ser amado. 







sábado, 22 de agosto de 2015

DÉJAME SOÑAR



Dime que me amas aunque sea mentira, dime que me quieres aunque sepa que no es verdad. Miénteme mi vida con palabras bonitas que ya no sientes y yo creeré.

Déjame ilusionarme con los recuerdos del ayer, creyendo que aún es posible regresar a tus abrazos pasados.

Déjame seguir soñando con levantarme a tu lado, con acariciar la seda de tus cabellos, mientras tu duermes soñando con él. 

Y cuando te vayas a refugiarte a sus brazos, cuando corras a su encuentro, no me despiertes cariño; déjame soñar que vas a volver. 



miércoles, 19 de agosto de 2015

YO, ERNESTO (Homenaje a E.Hemingway).



Yo, Ernesto.

Apurando la copa paseo por el despacho, sobre la mesa con su silencio condenatorio por el abandono, la máquina de escribir. Aparto la vista y me dirijo al ventanal, los albores me muestran, por última vez,  el paisaje de Idaho. En el horizonte las cimas ahora verdes, en las que rememoré las nieves del Kilimanjaro, las coloridas laderas que me transportan a la alegre España, el lago por cuyas orillas caminé esperando encontrar al viejo Santiago como allá en mi añorada Cuba, los idílicos atardeceres del bello Paris…
Arrastrando los pies voy al recibidor, tomo asiento y dedico unos segundos a evocar que amé, reí, vi los horrores de la guerra y mal que bien sobreviví, mas los demonios siempre me acompañaron son más fuertes que nunca. Agarro el arma, apoyo el frío cañón sobre la frente y aprieto el gatillo.
 Qué ironía, tras años sin escribir hoy puse fin a mi mejor historia. Mi vida.





sábado, 15 de agosto de 2015

AMOR DE HOMBRE


Siempre he sido un solitario empedernido, sin amigos, sin familia…, pero todo mi mundo se hizo añicos en el mismo instante en que fijé mis ojos en los suyos, verdes como el jade, mi corazón comenzó a bombear tan fuerte que pensé que se me saldría del pecho. Envuelta en una túnica escarlata, con el pelo negro ondeando al viento parecía una diosa de un mundo fantástico, cuando me sonrió supe que estaba perdido, que nada volvería a ser como antes. 

Tendí mi mano hacía ella, era mi sueño hecho realidad, rodeada de ese aura divina que la hacía irresistible a mis ojos, era bella, simplemente perfecta. Supo desde el primer momento que me tenía a sus pies y que no opondría resistencia alguna por seguirla hasta donde quisiera llevarme.

— Te amo— murmuré, aún sin conocer su nombre— Te amo.
— ¿Me amas?— su voz era tan dulce como una caricia, tanto que me estremecí por el simple placer de oírla hablar.
— Si, te amo— repetí, era lo único que era capaz de decir, caminé con paso tranquilo hasta ella, necesitado por tocarla, por sentir el calor de su piel en mis manos.
— Vete— me dijo dándose la vuelta para marcharse— aléjate, este no es tu sitio. Ya volveremos a vernos.
—¡ No puedo!— exclamé— no me abandones.

Ella alzó sus elegantes manos hasta mi torso desnudo, no tenían la calidez que esperaba, más bien estaban gélidas, pero era un frío agradable que me llegó hasta la columna despertando aún más mi necesidad.

— ¿Qué quieres de mí?— susurró sin dejar de mirarme y de tocarme.
— Quiero estar siempre contigo— respondí embriagado por el torrente de deseo que recorría mis venas como una manada de potros salvajes—, siempre.
—¿Qué me darás a cambio?— preguntó.
— Todo lo que tengo, todo lo que soy— dije desesperado para que no me abandonara.
— Si eso es lo que quieres, que así sea— me tomó de la mano y me llevó con ella, mientras me afirmaba— el siempre es muy efímero.

Nos amamos noche y día en un lecho de negras sábanas de seda, su cuerpo era mi hogar, mi templo, mi mundo…, respondía a mis caricias como si nos conociéramos de siempre, como si supiera que era lo que necesitaba, en sus brazos supe que era la felicidad.

—¿Me amas?— demandé una noche mientras acariciaba su nívea piel.
— Si— afirmó contundente—, te amo y te reclamo para mí.
— Ya soy…— posó las frías falanges sobre mi boca, acallándome.
— Es tiempo de separarnos— murmuró sobre mis labios con dulzura—, antes de estar juntos.
— No me dejes— supliqué— por favor, no me dejes.
— No soy yo quien se va— por primera vez sus ojos adquirieron un inquietante brillo que hizo que un escalofrío me sacudiera por completo— ha llegado la hora.

Sentí como sus manos se introducían en mi pecho y sin miramientos me arrancaban el corazón, no sentí dolor, me lo mostró triunfante, sin dejar de mirarme fijamente hasta que dejó de latir, mis orbes se abrieron, boqueé desmesuradamente pero no fui capaz de emitir una sola palabra.


Me desperté sobresaltado, con las sábanas enrolladas en mi cuerpo y un sudor frío envolviéndome por completo, llevé las palmas a mi pecho tratando de encontrar la herida, pero no había nada. Tan sólo había sido una maldita pesadilla.

 El sonido de un sollozo me hizo levantar la vista, no estaba solo, una joven rubia de ojos azules me miraba y lloraba sin consuelo, alguien la acompañaba una pareja de ancianos y algunas personas más me contemplaban. Me sonaban sus caras aunque no les conocía. Les hablé pero no me escuchaban, traté de levantarme pero estaba paralizado, grité y grité pero no solo no me hacían caso, sino que poco a poco se iban desvaneciendo ¿Qué estaba pasándome? El pánico se apoderó de mí.

Recorrí la vista por la estancia, una aséptica habitación de hospital, alguien permanecía escondido entre las sombras, dio unos pasos hasta mí, iba envuelta en una capa oscura que la ocultaba por completo, de pronto la capucha cayó hacía atrás, mostrándome los ojos verdes jade más hermosos que jamás hubiese podido ver, sonreí, ella estaba allí conmigo, tal vez seguía dormido, si eso era, se acercó a mi lado, una cadavérica mano me acarició la mejilla.

—¿Quién eres?— le pregunté sabiendo la respuesta de antemano.
— Soy la Muerte.
— ¿Qué haces aquí?
— He venido a reclamar lo que me pertenece— su voz continuaba siendo la más dulce que jamás había escuchado—. He venido a reclamarte a ti, mi amor.
—¿Mi amor?— me sorprendió que me llamará por ese apelativo cariñoso— yo pensé que tu no…
— ¿Ya no me amas?— demandó tristemente.
— Si te amo— afirmé sin dudarlo—. Pero tú…
—Soy una mujer— murmuró con ternura— que vaga sola por el mundo, rechazada, temida y odiada por todos pero, que tiene anhelos y deseos como todas…
—¿Qué deseas?— alcé las manos para acariciar el hermoso pómulo y arrastrar la lágrima que rodaba por ella.

—Tu amor de hombre.

No hicieron falta más palabras entre nosotros, acuné su rostro entre mis manos y la besé. Yacía en los dulces brazos de La Parca, la hice mía y yo fui suyo para la eternidad. Perdí la vida en la bruma de la locura, pero encontré algo precioso a su lado, el amor verdadero que sólo puede dar una mujer entregada.