domingo, 23 de octubre de 2016

EL VIAJE A UNA VIDA MEJOR

Relato presentado a concurso y que resultó ganador esta quincena en la Comunidad Relatos Compulsivos. 

(Imagen de la red)

Nadir sonrió al  escuchar a su mujer cantar, le gustaba que Laila fuera feliz. Negros nubarrones anunciaban tormenta. Dejó el hogar y bajó a la playa. El viento soplaba con fuerza. Dio un respingo cuando la espuma marina le rozó los pies apartándose como si una corriente eléctrica le recorriera el alma. La lluvia comenzó a caer como si se abriera el cielo.

Sentado sobre unas piedras lo bastante lejos del agua dejó a su mente viajar al comienzo.

Norte de África. Media noche, un niño de siete años en una barquichuela abarrotada, un mar crispado golpeando aquella débil embarcación que, ya cerca de la costa, zozobra.  Su madre batallando contra los elementos,  arrastrándolo hasta una roca, antes de desaparecer. Gritos. Rayos que iluminan enormes olas, truenos que hacen temblar todo alrededor. Mientras unos pequeños brazos luchan por continuar aferrados en aquella pétrea estructura de afilados cantos que, con cada embestida del bravío océano que no entiende de hambre, frío, de miseria…, se clavan como puñales lacerando su delicada  piel de ébano. Más tarde el silencio ensordecedor.

El amanecer trae la desolación, trozos de tablas y cuerpos flotando a su alrededor, otros se hundieron para siempre en aquel Atlántico implacable, entre ellos los de una mujer con una túnica gris y la inocencia de Nadir. 

Alguien  lo encuentra horas después más muerto que vivo, lo arropan, alimentan y lo trasladan a un lugar seguro.

Ahora vive el presente…tiene los papeles en regla, un trabajo en unos invernaderos,  una mujer preciosa y espera su primer hijo…, aún así cada tormenta, el torrente de amargas lágrimas le lleva al pasado. Lentamente regresa a casa.

Como siempre Laila lo espera con una camisa seca, ya no canta, su rostro está ensombrecido como queriendo compartir el dolor que lo aflige a él.

Dibuja una sonrisa forzada, se quita la prenda mojada  y contempla las cicatrices blanquecinas en sus antebrazos y torso, muchas quedan ocultas por los pantalones, es el estigma que llevará por el logro de una vida mejor. Es afortunado.  Otros, como su madre, con suerte solo serán recordados.  


© María Dolores Moreno Herrera.

(Galardón obtenido, precioso trabajo elaborado por Sue propietaria de la
Comunidad Relatos Compulsivos).

sábado, 15 de octubre de 2016

LAS EXTRAÑAS VISITAS

(Imagen de la red)
Hay quien siente pavor ante ella yo nunca la he temido. Quizá sea por que la he mirado a los ojos o tal vez por que, de alguna manera supo hacerme entender.

La primera vez que la vi fue, entre febriles convulsiones, a los quince años. Mientras los doctores se apuraban en hacer descender el mercurio que rozaba los 42º, la dama oscura junto a su acompañante alado se acercó a mí, me miró con sus cuencas vacías, resbaló un huesudo dedo sobre mi ardiente mejilla, negó y abandonó aquella habitación murmurando algo.

En pocos minutos la fiebre comenzó a descender a niveles normales y regresé a casa. No dije nada a nadie, entre mi desbordante imaginación y los delirios sufridos por la calentura ya había sido suficiente, aunque esa visión marcó mi joven vida.

La segunda vez, sentí su presencia mucho antes de poder vislumbrarla. Venía a robarme. Sentí su aliento frío en la nuca, como un aviso, al tiempo que una mano me apretaba suavemente el hombro.  Me giré, su fiel acompañante llevaba entre sus brazos algo mío, mientras de su guadaña una sola gota de sangre brilló a la luz blanquecina del tubo fluorescente.  Nuestras miradas volvieron a encontrarse, por un segundo creí vislumbrar una lágrima rodar por su cadavérico rostro. Se giró y desapareció con mi preciado corazón. La odié con todas mis fuerzas.

Hace tres semanas la volví a encontrar, me miraba a través del espejo. Los dolores me consumían, apenas si me dejaban moverme y mucho menos razonar. Los medicamentos cada vez tenían menos efecto y las ideas extrañas comenzaron a surgir como sombras en mi mente. Sí, pensé en dejar todo atrás.
Tal vez todas las pastillas de una vez, o cortar las venas hasta que la última gota de sangre abandonara mi cuerpo… y entre esa neblina de pensamientos me encontré su reflejo.

Me revolví viéndola acercarse, por un momento sentí un alivio inmenso, venía a llevarme. Su semblante era tenebroso, un escalofrío me recorrió la espalda, no de miedo sino de expectación. Me agarró de los brazos y me puso en píe, con un rápido moviendo me cubrió con su raída capa.

Esperé, esperé..., un extraño olor comenzó a llenarme las fosas nasales, no era desagradable, simplemente raro, hipnotizante y como en una nube me sentí transportada a un cuerpo desconocido. Pude percibir el infinito pesar de aquella criatura al arrebatar la vida a un niño, el dolor por provocar dolor, el asco que sentía por si misma sin poder hacer nada por cambiar.
 Observé que era estar en todas partes, en las guerras, en la paz, en los árboles que lloran al ver como sus hojas caen y yacen, en los ríos que desembocan en el mar…, y aprendí la lección que ella me estaba enseñando.

Salí del estado de estupor y parpadeando comencé a orientarme. Ella como de costumbre comenzó a marcharse, antes de desaparecer se detuvo y dándome la espalda susurró:

—No me temes y te lo agradezco. Ahora sabes que es ser yo — apenas era una sombra cuando continuó—. Sabes tarde o temprano nos volveremos a ver.

 Respiré profundamente cuando se fue, me tumbé en la cama, reflexioné y decidí.

Iba a morir sí, pero de la única manera que sabía, del único modo que me habían enseñado, erguida, luchando, sonriendo, haciendo camino…
 La espero, sé que cada día resta para mí y suma para ella. Voy a morir, pero lo haré viviendo.


© María Dolores Moreno Herrera.

domingo, 2 de octubre de 2016

A UN "ILUSTRE" CONQUISTADOR.

(Imagen de la red)


Portando elegante armadura, brillante y fina
Conocí caballero montando en blanco corcel
Aunque el muy idiota, olvidó borrar el “made in China”.

Iba de balcón en balcón, como Don Juan enamorado
Embaucando a damiselas con trovos gastados
Yo, más bruja que doncella me olí el gato encerrado.

Como dama en apuros me dejé querer
Y ahí estaba el imbécil apurándose en ofrecer.
Sin saber que con cobardes me gusta jugar a no ser.

Prometió la luna y me dio  mil estrellas de plata
Pestañeando coqueta aceptaba aquella palabrería barata
Haciéndome con sus regalos abalorios de hojalata.

Mentiras de piernas cortas pronto se han de saber
Que un hombre que se considera tal ha de vestir por los pies
(Imagen de la red)
Y si engañas ten cuidado, no sepa ya la verdad la mujer.

Con las cartas boca  arriba le quité la careta
Ensañándome con él lo tumbé con sus embustes
Era payaso no  Romeo y ya no me divertía ser Julieta.

Así el pobre calzonazos que se creyó inteligente quedó como bobo
Que esta caperucita, ni pérdida ni indefensa
No quiere príncipe desteñido, sino feroz lobo.

Ni sé, ni me importa por donde andará aquel pobre amante de Teruel
Que me tomó por idiota
Y el único tonto fue él.


©María Dolores Moreno Herrera.