Hacía mucho tiempo que no visitaba esta ciudad y a pesar de
las altas horas, del frío y la tormenta; los pies y la añoranza me llevan a la
calle donde la vi por primera vez. Aún me acuerdo de la cara hermosa, los iris
cuajados de estrellas, la sonrisa llena de quimeras. Todavía recuerdo las caricias compradas, los
besos teñidos de falsa roja pasión y los juramentos vacíos que adquirí por unas
pocas monedas, por que todo tenía un precio para la pequeña vendedora de humo, e
incluso sabiendo todo eso la amé y para que mentirme continuaba amándola.
La calle oscura me contempla como si fuese un loco,
realmente no sé muy bien que hago allí, dispuesto a regresar a mi hotel
comienzo a girar sobre mis talones, cuando un relámpago cruza el cielo y en su
brillante camino me deja ver una silueta apoyada en la pared. Arrastro mis
plantas entre los charcos hacia la mujer, lo suficientemente cerca para que
ambos podamos observarnos.
Ella me mira sin verme, yo veo casi sin mirar. Ya no queda
nada de lo que fue, de lo que un día yo, como tantos otros, me volví loco por
comprar. No es más que una muñeca rota a la que la vida se le ha ido escapando
entre los dedos dejando la huella de la amargura en su rostro castigado.
Habla ofreciéndose como lo que siempre fue, simple mercancía,
tratando de embaucarme con huecas promesas, pero en su voz, que apenas es un
susurro, ya no hay melodía y en los ojos perdidos ya no centellea ni un mísero
atisbo de magia.
Maldice recostándose sobre el muro cuando niego. Asqueado me
revuelvo para irme de allí pero soy incapaz de dejar el lugar sin observarla una
vez más. Por encima del hombro vuelvo a vislumbrarla, cabizbaja bajo el
aguacero. Dejando que la lluvia le empape y le cale hasta los huesos como si el
agua que le cae encima pudiera limpiar la podredumbre de su alma, como si el
olor a tierra mojada que emana del asfalto lograra, aunque fuera por un
segundo, mitigar el hedor a viciada soledad que la envuelve.
Retomo mi camino sin volver la vista atrás. Suspiro, me subo las solapas de la gabardina,
voy andando despacio hacia un nuevo horizonte, ordenando al helor de la noche
congele todos mis recuerdos y los quiebre en mil pedazos.
Hoy por fin lo
entiendo, ella, cansada, vapuleada y castigada, seguía siendo quien dijo ser y
yo…, yo solo fui un pobre imbécil soñador cuyo maltrecho corazón se tragaban
los desagües aquella noche bajo la lluvia.
©María Dolores Moreno
Herrera.
El paso del tiempo no perdona a nadie, pero a pesar de los avatares de la vida hay quien no pierde su esencia, es fiel a sí mismo, para bien o para mal, sabe quién es y se acepta, no falsea la realidad; otros necesitan soñar, engañarse, enmascarar la realidad y un día ésta se les presenta cuan descarnada es.
ResponderEliminarMuy bien narrado... dando qué pensar.
Un beso grande, Mariola.
Cada cual elige su vida para bien o para mal, a veces el problema no está en uno sino en quien nos rodea que no quiere ver lo que hay. Un beso grande.
Eliminar¡¡Cuánta tristeza, la crudeza de una descarnada realidad expresada con una maravillosa prosa poética!!
ResponderEliminarUnas descripciones magníficas, y una trama bien llevada hasta el final. Él se engañaba a sí mismo, y eso es lamentable, pero ella me da tanta pena...
Me ha encantado tu relato, Mariola. Mil besos
La vida para algunos es más triste y dura que para otros, es lo que toca. Gracias por estar ahí un besazo.
EliminarEl como cliente y ella como mercancía. Nos has descrito con hermosa prosa un problema de siempre: La prostitución.
ResponderEliminar¿Es en verdad la mujer cómplice o víctima de los hombres?
No creo que las que tienen que vender sus cuerpos y fingir amor, sean voluntarias complacientes.
Un relato que me ha dejado triste al reconocer que él es uno más de los que mientras la deseó la valoraba, después al ver la decrepitud de la mujer la rechazó como el resto; y encima presiento, que haciéndola culpable de haber sido utilizada por todos los que la desearon.
El egoísmo puro y duro.
Muy bien escrito Mariola.
Besos
Gracias Francisco siempre un placer y un honor. Todos somos victimas y verdugos alguna vez, supongo que en este mundo hay de todo, aunque como bien dices egoísmo puro y duro sobre todo.Gracias otra vez. Un gran abrazo.
EliminarVaya que bien has contado la tristeza de ese hombre que esperaba encontrar algo de su pasado y lo unico que encontro fueron las cenizas.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Besotessssssssssss
Yo creo que encontró lo que merecía por que fue cobarde. Me alegra que te haya gustado. Un besazo.
EliminarAhí hijica!!! Ha sido ver la lluvia y se me han puesto los pelos como escarpias. Llevo desde el viernes pasado con la alergia que estoy que me voy de hilo.
ResponderEliminarUn abrazoooo.
Espero que te mejores pronto guapa. Un abrazo grande.
Eliminarbello escrito lleno de emociones
ResponderEliminarMuchas gracias. Un saludo
EliminarYa en su día, cundo lo publicaste en Sokaly me llenó de tristeza, sigo pensando lo mismo. Y recuerda me gusta lo que escribes, me llena, me emociona... siempre estoy, lo que ocurre es que algunos de tus relatos ya tengo el privilegio de conocerlos. Besotes.
ResponderEliminarLo sé, mala vida me pusiste lo recuerdo perfectamente. Como te dije mi hermana del alma me convenció para que los pusiera aquí. Prometo intercalar aunque ya no creo que suba más casi todo lo hacíamos juntas, no sé si pondré alguno más. Un beso y gracias por estar siempre ahí.
EliminarEs una pena que el hombre se autoengañe y busque cariño y amor donde no lo hay. Solo una cruda realidad de una mujer que ya perdió sus sentimientos.
ResponderEliminarSaludos
Me gustó la primera vez que lo leí y por supuesto me gusta esta vez también.
ResponderEliminarComo narras tan bien, la visualicé sin problemas con la lluvia empapando su cuerpo y su alma, y pude sentir su escalofrío interior.
Me dio pena ella y me dio pena él, por no haber sido valiente en su día y haber abrazado la felicidad.
Bravísimo Mariola.