(imagen de la red)
Es una noche fría, tumbada en el helado suelo y tapada con
una vieja manta que alguien me dio cuando llegué a este lugar trato en vano de
dormir, mi estomago ruge de hambre, la comida de hoy apenas si alcanzó para
todos, aprieto los ojos obligándome
conciliar el sueño y apartar las imágenes que durante mucho tiempo me causan
pesadillas.
Quiero olvidar a mi padre abatido en la puerta de mi humilde
casa. El agotamiento tras las largas caminatas en las que perdí hasta las
suelas de mis zapatos. Deseo apartar de mi cerebro a mi madre cuyo cuerpo, tras
protegerme de un maldito ataque, quedó olvidado junto con otros en un
devastador paisaje de muerte.
O los largos meses en el que ese gran grupo de almas
errantes, donde yo como otros muchos era un ánima huérfana, anduvimos campo a
través siguiendo riachuelos, senderos, vías de tren…, asustados hasta del
aleteo de una insignificante mariposa.
Deseo borrar la cara de pena de la gente que nos vio llegar
derrotados, harapientos y las de odio de los que nos ven como una amenaza…
Estoy sumida en mis tristes pensamientos cuando alguien tira
de mí y me alza en vilo, quiero gritar pero una gran mano me tapa la boca,
mientras me alejan de mi pequeño refugio. Aunque no entiendo que dicen, no
conozco su lengua, sé que son tres hombres.
Caminan durante un
largo trecho y me dejan caer de malos modos en la tierra, mi cuerpo, apenas soy
piel sobre huesos, cruje por el impacto.
Ellos hablan, ríen mientras me sujetan, los brazos y siguen manteniéndome
en silencio, otro me va despojando de lo que queda de mi pobre ropa, se tumba
sobre mi, puedo ver su sonrisa lobuna y sus ojos brillantes mientras me abre
las piernas y de repente un dolor intenso me invade como si me partiera en dos,
me agito tratando en vano de apartarlo, lucho y él más se ríe. Cuando parece
que todo acaba cambia su posición con otro y todo comienza de nuevo…, una y
otra vez.
Al final se ponen en pie mientras me contemplan durante un instante.
Vuelven a decir algo antes de sentir fuerte un puntapié en el costado que hunde
mis costillas clavándolas en el pulmón.
Me quedó ahí tirada, apenas puedo respirar, me duele el bajo
vientre y noto un líquido viscoso resbalar por mis muslos. No puedo moverme,
así que me quedo quieta viendo las estrellas llorar, mientras las lágrimas
escapan de mis ojos y ruedan por mis
sienes, soy consciente que no volveré a ver el sol pero, he aprendido que hay
cosas peor que la muerte.
Por cierto antes de marcharme me gustaría presentarme me
llamo Dhana, tengo 8 años y nací en un pueblo cerca Ariha (Siria). Jamás quise venir a Europa,
solo deseaba tener una familia, un hogar y ser una niña feliz.
©María Dolores Moreno
Herrera.