Nos amamos por que somos diferentes.
Cuenta una antigua
leyenda que en el principio de los
tiempos Helios y Selene se encontraron y se enamoraron. Él todo fuego, cayó prendado
de la belleza y el misterio que ella emana. Ella todo hielo que se derritió
ante la poderosa presencia de la pasión.
Pero es el suyo un amor desdichado porque, desde su existencia, están condenados a vivir separados.
Llevan una eternidad persiguiéndose por el reino de Urano a través en
los días y las noches, añorando poder tocarse.
Aunque el Sol, desde la
distancia, la acaricia con su luz y calor, la Luna desconsolada palidece por no poder tocar a su amante. A veces, se asoma lívida, a los
cielos diurnos para ver a su enamorado.
Si bien ella coqueta, se
deja querer, es la novia de los marinos, la confidente de los enamorados, la
guía de los soñadores…, solo suspira por el astro rey.
Una vez al mes, Selene enigmática,
se envuelve en un manto de estrellas y
desaparece, hay quien dice que se esconde triste, otros que ha ido a reunirse
con Helios. Lo cierto es, que cuando resurge parece acunar los recuerdos de un
arrebatador encuentro que la harán acabar preciosa y preñada de amor para ir
empequeñeciendo hasta ocultarse de nuevo.
Pero ocasionalmente, Cronos en su sabiduría, les concede huir, desvanecerse durante un
mágico instante.
Entonces la
Luna , tierna y mimosa,
abraza al Sol mientras este se entrega ardiente a un juego erótico con su añorada compañera y
ella amorosa y sonrojada lo guarda de los ojos envidiosos, y
así permanecen enlazados dando rienda suelta sus sentidos, deleitándose uno en
el otro hasta acabar consumidos de placer.