Sentada al borde del abismo balanceo mis esqueléticas
piernas. Observo con detenimiento a esas criaturas llamadas humanos. Ah, pobres
diablos tan prepotentes, tan pagados de si mismos, esos que se creen dueños y
señores, amos del mundo subidos en pedestales de barro, amasando fortunas, codiciando los bienes ajenos, envidiando a
sus semejantes… Insulsos pecadores, llenos de taras, asesinándose entre si por
riquezas que jamás poseerán, matando en nombre de dioses que nunca vieron, justicieros
de la nada...
Esos que se pasan una vida sin vivir, ocupados no en ser mejores sino en ser más que los demás, esos que por que a veces ganen una mano creen que vencerán una partida ya amañada desde su comienzo. Yo reparto las cartas y siempre guardo los ases entre las mangas de mi raída túnica, esperando con paciencia el momento de mostrarlos. No hago distinciones entre razas, clases, género o edad, todos me gustan, ni tengo prisa después de todo, mi existencia es eterna desde que el mundo es mundo y quien sabe si más allá de su final, seguiré aquí.
Esos que se pasan una vida sin vivir, ocupados no en ser mejores sino en ser más que los demás, esos que por que a veces ganen una mano creen que vencerán una partida ya amañada desde su comienzo. Yo reparto las cartas y siempre guardo los ases entre las mangas de mi raída túnica, esperando con paciencia el momento de mostrarlos. No hago distinciones entre razas, clases, género o edad, todos me gustan, ni tengo prisa después de todo, mi existencia es eterna desde que el mundo es mundo y quien sabe si más allá de su final, seguiré aquí.
Me alzo sobre mis pies y comienzo mi implacable caminar, es
hora de cortar algunos hilos del
destino, de recoger parte de la cosecha.
Sonrío de anticipación imaginándoles perdiendo
su vanidad, el orgullo y la dignidad, con las caras desencajadas, los ojos desorbitados
y lastimeros, las bocas abiertas emitiendo silenciosos gritos de terror, por
que todos tiemblan de miedo ante mi presencia. Y ahí desnudos, solos y con las
manos vacías, alzan la vista hacia mis cadavéricas cuencas e imploran llorosos
lo que les fue concedido y no supieron valorar, tiempo para amar, crear,
lograr, para existir más allá de respirar.
Y tú que ahora me lees, recuerda que la vida no es infinita.
Aprovecha cada instante, por que quien sabe, tal vez seas el siguiente recibir
de mi visita.
© María Dolores Moreno
Herrera.
Frente a la Muerte todos somos iguales; venimos sin nada y nos vamos sin nada. Ante eso nada podemos hacer, pero en mayor o en menor medida sí podemos decidir la clase de personas que queremos ser en vida y cómo ser recordados en nuestro pequeño mundo cuando ya no estemos.
ResponderEliminarMuy buenas las reflexiones de "la parca".
Un beso
Exactamente iguales, aunque nos creamos más o mejores. Como bien dices nosotros decidimos en vida. Espero que te haya gustado. Besos.
EliminarPor supuesto que me ha gustado, y mucho.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarUy tienes toda la razón, te mando un beso. Te quiero y espero que estes mejor.
ResponderEliminarGracias guapa, ahí ando a ratos bien a ratos a empujones pero te recuerdo siempre. Un beso grande yo también te quiero y te extraño.
EliminarExacto se creen esos que roban al pueblo para amasar inmensas fortunas que su viaje va a ser diferente, pues no al final todos iguales.
ResponderEliminarBella reflexión
un besote
Muchas gracias, sí al final con el bolsillo vacío y lo mismo hasta con el peor traje que tengan. Un besote.
EliminarAnte una imagen de un esqueleto sita en una catedral leí una vez: Igual que te veo me vi, igual que me ves te verás.
ResponderEliminarLa muerte nos alcanzará a todos queramos o no.
Abrazo.
En algún cementerio y capilla he visto esa frase o alguna parecida y cierto su sombra nos acompaña siempre y nos alcanza tarde o temprano. Un saludo.
EliminarEl primer párrafo es brutal. Me ha encantado. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, un besazo enorme.
EliminarGracias por el mensaje, a todos nos alcanza algún día, es inevitable su venida.
ResponderEliminarSaludos.
Es cierto Mirian, es inevitable, aunque vivimos como si nunca nos fuese a tocar. Un beso.
Eliminar