(Imagen de la red)
Morí. Cual hoja seca de otoño caída del árbol, arrastrada
por el viento. Dejándome llevar por miserias propias y ajenas, encerrada en una corriente que me vapuleaba de
un lado a otro sin rumbo cierto, hasta quedar posada de cualquier manera, en cualquier
parte, pisoteada por mí misma y enterrada en el lodo de dimes y diretes; o lo
que todavía era peor, de autocompasión.
Ahí tirada, convertida en poco más que un despojo, escuché
las burlas de mis triunfantes demonios. ¿Dónde estaba aquella persona fuerte
que se echaba el mundo a la espalda pudiendo con todo aún sin poder con nada? ¿Dónde
quedó la mujer que volaba sin alas, la que vivía a su manera, a la que
enseñaron que la verdadera libertad está en ser uno mismo más allá de lo que
opinen los demás? ¿Quizá se perdió para siempre?
Miré en derredor inútilmente, rebusqué entre las palmas
sucias, vacías y volví a posar la cabeza
en el barro impotente. Lloré, mientras ellos continuaban su chirriante diatriba
de preguntas sin respuestas.
Entre sollozos y desde lo más profundo de mi ser emanó una
voz estridente maldiciendo mi cobardía, echándome en cara mi culpa, era merecedora
del castigo que recibía pues bajé los brazos, me dejé esclavizar, simplemente
me había rendido sin mover un dedo por evitarlo.
Para mi vergüenza supe que tenía razón. No podía, ni debía
culpar a nadie de mi derrota, me dejé quebrar como el cristal, pero; ¿qué podía
hacer?
—Busca en tu interior, recuerda lo aprendido y encontrarás
las respuestas.
“Educación, respeto, agradecimiento, generosidad, lucha,
camina hacia delante, no mueres hasta que dejas de respirar aunque sientas que
te abandone la vida…” se repetían constantemente.
Eso era, agonizaba pero no estaba muerta solo tenía que
luchar, eso sabía hacerlo, sé hacerlo. Así que, era hora de romper la cadena
que arrastraba y liberarme. Sacudirme la capa de cenizas que me envolvía, cual
ave fénix renacer.
Hoy vuelvo guiando mis pasos hacia el este, dejando que el
sol del nuevo amanecer bañe mi cara y su
fuego purificador sane mi alma cada día.
Aquí estoy, sin juicios ni perjuicios, sin típicos o tópicos.
No permito que me impongan que vestir, que comer, como hablar. Yo decido que es
o no correcto. Me es indiferente color, religión, nacionalidad…, después de
todo la sangre es roja en todas partes.
Me da igual que me juzguen aquellos que nunca caminaron con
mis zapatos, los que me señalan con el dedo sin darse cuenta que otros tres
apuntan directamente a ellos.
No me importa que hablen a mis espaldas, estoy ocupada en
ser la protagonista de mi vida.
Quién esté libre de pecado me lance la primera piedra.
Caeré en todas las tentaciones tantas veces como me apetezca;
tropezaré con la misma piedra, no seré perfecta, me sentiré orgullosa de mis
virtudes y sobre todo de mis defectos, eso me hace humana. Unas veces seré ángel,
otras demonio. No me esconderé bajo
ninguna máscara de alma bondadosa armada con afilados puñales.
Nadie está obligado a seguirme en mi caminar mas, si decides
acompañarme no pidas confianza y respeto, gánalos y tendrás mi lealtad eterna.
Perderé mi tiempo con aquel que lo merezca. Ofrezco la mano
de manera franca, miraré a los ojos cuando te hable y no dudaré en pedir perdón
si creo que he errado u ofendido. No obtendrás adulaciones gratuitas, si digo
que te admiro así será.
Soy parca en sentimientos, cuando quiero lo hago con
intensidad; pero no sé odiar, así que voy directamente a la indiferencia.
Si me traicionas apenas verás mi espalda, desaparezco
sin más explicaciones. Si no sabes
dominar dragones no despiertes a los míos, pues ni perdono ni olvido.
Caeré, me levantaré, moriré y resurgiré hasta el último hálito.
Sé que el sendero será sinuoso, con cuestas y altibajos, unas veces correré,
otras iré de rodillas e incluso tendré que reptar entre espinos sorteando
decepciones y obstáculos, aún no me detendré.
El día que Átropos corte la hebra y Azrael venga a buscar mí
alma para entregarla al Príncipe de la Tinieblas, encontrará el cuerpo de alguien que ha
vivido. Y entre las llamas del infierno seguiré sonriendo, luchando, amando,
bailando, porque solo yo pondré los límites.
©María Dolores Moreno
Herrera.